jueves, 9 de octubre de 2008

Cuestión de confianza


Cuenta la leyenda que Pigmalión era un antiguo rey de Chipre y hábil escultor. En cierta ocasión, inspirándose en la bella Galatea, Pigmalión modeló una estatua de marfil tan bella que se enamoró perdidamente de la misma, hasta el punto de rogar a los dioses para que la escultura cobrara vida y poder amarla como a una mujer real. Venus decidió complacer al escultor y dar vida a esa estatua, que se convirtió en la deseada amante y compañera de Pigmalión.
Esta historia da nombre a el proceso mediante el cual las creencias y expectativas de un grupo respecto a alguien afectan su conducta hasta tal punto que se provoca en el grupo la confirmación de dichas expectativas, para demostralo lo mejor es ver este experimento que se realizó hace 40 años.
El estudio consistió en informar a un grupo de profesores de primaria de que a sus alumnos se les había administrado un test que evaluaba sus capacidades intelectuales. Posteriormente se les dijo a los profesores cuáles fueron los alumnos que obtuvieron los mejores resultados. Los profesores también fueron advertidos de que esos alumnos serían los que mejor rendimiento tendrían a lo largo del curso. Y así fue. Ocho meses después se confirmó que el rendimiento de estos muchachos especiales fue mucho mayor que el del resto. Hasta aquí no hay nada sorprendente.
Lo interesante de este caso es que en realidad jamás se realizó tal test al inicio de curso. Y los supuestos alumnos brillantes fueron un 20% de chicos elegidos completamente al azar, sin tener para nada en cuenta sus capacidades.
¿Qué ocurrió entonces? ¿Cómo era posible que alumnos corrientes fueran los mejores de sus respectivos grupos al final del curso? El profesor ha tratado de forma diferente a los alumnos de los que esperaba un alto rendimiento, preguntándoles más en clase, retándoles con desafios intelectuales. Los alumnos que se consideraban más atrasados se les ignoraba y no eran estimulados.
Que delicada es la psicología humana y que importante es tanto ser bueno como creerselo y que los demás se lo crean. Ayer los bancos centrales de medio mundo quisieron dar una alegría a la economía, pero el problema es que ni ellos mismos confían las soluciones que están dando. Los ánimos están muy tocados. Hace dos años todos formabamos parte de los buenos alumnos, con un futuro brillante por delante y con ganas de derrochar, ahora somos todos nos creemos unos perdedores con una previsiones realmente negras. Somos los mismos alumnos, pero con una psicología cambiada. Estos cambios son difíciles de ver en tiempo real, así que para ello tenemos un laboratorio que son las bolsas y suelen anticipar en cierto modo los futuros devenires de la economía, así que si miramos los resultados nos hundimos todavía más
Por tanto, parece que la solución a la crisis no es inyectar liquidez ni bajar los tipos, es inyectar confianza al mercado. Los tipos habrán bajado, pero la desconfianza va en aumento en un momento de sequía sobre la semilla del crecimiento que es la capacidad de endeudarse de las empresas y las personas.

Los mercados de crédito siguen cerrados a cal y canto. Las medidas de emergencia adoptadas en los últimos dos días por los bancos centrales y los Gobiernos no han conseguido devolver la confianza en el sistema financiero.

Lo dicho amigos, la confianza empieza por la que tiene uno en sí mismo y de ahí a contagiársela a los demás.
PD- Lo siento pero hoy me tocaba ponerme seria.

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